Medard, cura de Oliete, frente a la capilla de Nuestra Señora de la Asunción./ M.R.
APADRINA VIVE

Medard, el nuevo cura de Oliete: “Ser hijo de la guerra me hizo hijo de la fe”

Bajo un gentil otoño olietano, el pueblo acoge a su nuevo guía espiritual, el reverendo Medard Ndikumasabo. “Vas a ser muy feliz aquí”, le dijo su antecesor, Karol Yesid Giraldo, el día en el que pasaba la batuta. Ambos se fundieron en un fraterno abrazo, entre promesas de continuidad. El clérigo colombiano marcha para México.

Medard es joven, tan jovial como sereno, y se convierte en el primer párroco africano en liderar la Iglesia de la Asunción de Nuestra Señora de Oliete. Hoy puede sonreír, su perseverancia ha cosechado frutos, pero guarda un calvario de dolores atravesados.

Nació hace 40 años en el séptimo país más pobre del mundo, Burundi. Vivió en carne propia el conflicto ruandés entre hutus y tutsis (1994), extendido hasta su país. Casi un millón de personas murieron en menos de cien traumáticos días. Medard podría haber perdido (con justa razón) cualquier atisbo de esperanza, pero pasó lo contrario. “Ser hijo de la guerra me hizo hijo de la fe”, sostiene.

Dos figuras explican esta historia de éxito: su padre, quien movió cielo y tierra para que él no entrara al ejército. Y su Iglesia, que atendió a los heridos en combate sin distinguir bando ni etnia. Aquellas gotas de humanidad entre tanta tragedia, le despertaron una vocación eclesiástica inextinguible.

Objetivo en Oliete: atraer juventud

El reverendo se sobrepone al infortunio y atesora su origen cariñosamente. “Mira el mapa, mi país tiene forma de corazón. Allá hay mucho joven cristiano, pero faltan iglesias. Aquí pasa lo contrario”. En esa línea, ha trazado un objetivo claro: avivar nuevas curiosidades, replicar esa ilusión juvenil que supo alguna vez iluminarlo.

Este mes ofició su primer bautizo, y el domingo dirigió su primera misa. Al llevar ya cinco años en España, se desenvuelve con naturalidad, pero no pierde la mesura. “Lo vimos soltándose poco a poco… se le nota un hombre humilde”, comenta María Lisbona Lázaro, del consejo pastoral.

María destaca un detalle valioso: el domingo, Medard hizo por primera vez mención al Fray Jose Trallero Lou, mártir olietano beatificado en 2013. Y es que gracias a una iniciativa del párroco anterior, se recuperó un cuadro del histórico mercedario pintado por el artista Alejandro Cañada, también hijo de Oliete. Hoy, el recuerdo de Trallero se enaltece después de mucho tiempo olvidado, y el sacerdote tuvo la deferencia de pedir una oración por su alma consagrada.  

Se acerca con tacto a sus feligreses. Evita el ruido y los modos invasivos. Podría confundirse con introversión, pero lo que ofrece es prudencia; conoce los ritmos pausados de quien busca cultivar confianza. Entre semana vino al pueblo solo para sacarse una fotografía y conversar con nosotros, pero aprovechó para entablar un par de nuevos lazos, y, claro, sugerir un nuevo encuentro dominical. Se dejó guiar por los vecinos, que ya le contaron sobre el amor aragonés a la Pilarica, y sobre cómo llegar a la capilla de los Santos Mártires, a San Bartolomé, al Calvario, a la ermita de la Virgen del Cantal

Le queda un largo recorrido turolense. Además de Oliete, tendrá que repartir su meta revitalizadora entre otras 9 localidades: Muniesa (donde residirá permanentemente), Blesa, Obón, Cortes de Aragón, Blesa, Mezquita de Loscos, Anadón, Bádenas, Nogueras y Santa Cruz de Nogueras. Las conoce todas de memoria.

Tiene también un propósito personal: «Aprovechar todas las oportunidades para estudiar. Me hace falta, y me servirá de mucho para cuando vuelva a Burundi», comenta el nuevo párroco, quien ya es licenciado en Teología por la Universidad Católica de Valencia. Más allá de la pastoral y la academia, disfruta del senderismo, del calmado paseo en bicicleta, y del cultivo de tomates.

Deja este mensaje para el pueblo: «Cuidemos la iglesia de Oliete, es patrimonio, es vida».

Miguel Ángel Roca Durán
Periodista colaborador de Apadrinaunolivo.org

Deja un comentario