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¿Por qué debemos plantar árboles y olivos?

Dice un proverbio chino que “El mejor momento para plantar un árbol fue hace veinte años, el segundo mejor, es hoy”. Es una cita que suele inspirar a mentes inquietas. Viene con el “carpe diem” incluido, con el consejo de emplear nuestro tiempo en labores relevantes, que dejen huella.

Los árboles se plantan con miras al futuro. Es un acto de generosidad intergeneracional. Sólo quien es consciente de que otros plantaron árboles para que él los disfrutara es capaz de plantar para los que vendrán en el futuro.

En este momento actual en el que la inmediatez alcanza casi todos los aspectos de la vida, qué difícil es esperar años para ver cómo un árbol se convierte en adulto. Observar el crecimiento de un árbol año tras año, anotar sus nuevas medidas y dimensiones es un ejercicio hermoso, que requiere de mentes tranquilas capaces de comulgar con el lento pero incesante ritmo de la naturaleza.

Los árboles tienen ritmos de crecimiento muy distintos. Incluso dentro de la misma familia de los pinos encontramos subespecies de crecimiento rápido, como el pino insigne y otras que figuran entre las más viejas del planeta, el pinus longaeva.

¿Y nuestros olivos? Generalmente crecen rápido en su juventud, sobre todo si cuentan con el suficiente aporte hídrico, sin embargo al llegar a su edad adulta ralentizan enormemente este crecimiento vertical. Concentran su energía en engrosar el tronco y extender sus raíces en busca de agua y nutrición. Siendo un árbol frutal, solo con este cambio de planificación de recursos se puede llegar a ser anciano y vivir más de mil años. Sin duda es una especie sabia y robusta, adaptada a los lugares que la acogen.

Tres hitos

Seguramente muchos habrán oído la triada de hitos que es preciso alcanzar en la vida: “Tener un hijo, escribir un libro y plantar un árbol”. Pero es fundamental darse cuenta que ninguna de las tres son un fin, solo son el principio de un camino. En el caso de la paternidad es tan obvio que no necesita más argumentación. Sobre el libro escrito y publicado se verterán opiniones, se discutirán datos o se generarán debates a los que el autor deberá dar respuesta. ¿Y qué pasa con el árbol? Pues que sin cuidados difícilmente sobrevivirá.

La gran mayoría de árboles frutales necesitan del cuidado humano. Es una de las maravillosas enseñanzas del clásico “El Principito” de Antoine Saint-Exupéry: “Uno es responsable de lo que ha domesticado”-le recuerda el zorro.

Muchas veces a la humanidad se nos ha olvidado ese legado. Sobre todo hablando de árboles que forman parte de grandes masas boscosas. Es difícil contener la indignación cuando uno lee la historia de las grandes secuoyas taladas en California a principios del siglo XX. Eran árboles anteriores a nuestra era, plantados hace más de dos mil años.

También nos duelen hoy historias de cómo grandes árboles fueron cortados bajo el discutible interés científico de calcular su edad mediante el recuento de sus anillos. Semejantes atrocidades fueron cometidas supuestamente en nombre del progreso de la ciencia. Hasta que se despertó la conciencia conservacionista.

La deforestación de las grandes masas boscosas, como la Amazonia debería de ponernos furiosos. Sin embargo, todos sabemos que nuestra fuerza individual está limitada. Pero eso no debería desanimarnos y renunciar por ello a poner nuestro granito de arena. ¡Apoyemos las causas que defienden los valores en los que creemos! Y si los árboles entran en nuestra preocupación, busquemos asociaciones, organizaciones o iniciativas que respalden esta protección.

¡Las funciones de los árboles son tantas! Retienen CO2, refrescan y frenan la erosión entre otras muchas.

La sombra y el suelo

Sabemos por la literatura que las sombras de los cipreses son alargadas, así tituló Delibes una de sus novelas. Pero se nos olvida la función que esa sombra realiza en las ciudades, evitando que el asfalto se sobrecaliente bajo el sol. Los árboles están continuamente evaporando agua por los poros del envés de sus hojas, refrescando el ambiente, ayudándonos a sobrellevar el calor del verano.

Frecuentemente se proyectan grandes explanadas en las que no se incluyen árboles que den cobijo del ardiente sol, desaprovechando los beneficios que estos seres vivos pueden aportar a la vida disfrutable de la plaza o lugar abierto. Lo mismo ocurre en las calles, donde solo la sombra de los árboles puede mitigar el caluroso transitar a pie en los meses cálidos. Leer bajo la sombra de un frondoso árbol sigue siendo un placer y lo ha sido durante siglos, por ejemplo, la citada novela de Delibes.

Las raíces de los árboles frenan la erosión, ese efecto de los vientos y las lluvias que se empeña en limar todos los perfiles del paisaje. La erosión que se lleva tierras mediante ráfagas de viento o aguas torrenciales, suavizando las formas de las montañas. Todas las colinas desprovistas de vegetación, sobre todo arborícola, ven como se desmoronan tierras, violenta o lentamente. Solo los fuertes brazos que sujetan a los árboles son capaces de frenar este fenómeno erosivo.

 

Millones de árboles

Las reforestaciones urgentes entran en los planes de muchos países azotados por incendios y sequías. Todos ellos están sufriendo en mayor medida los efectos del cambio climático.

Los etíopes apoyados por la ONU se lo tomaron como un reto, que incluso acabó certificado como “Record Guiness” y en el verano de 2019 se plantaron 350 millones de árboles en menos de 24 horas. Se eligieron unas mil ubicaciones en todo el país. ¿Qué habrá sido de todos estos árboles? ¿Cuántos habrán sobrevivido tras estos años? ¿Había capacidad suficiente para cuidarlos posteriormente?

Australia, como isla frecuentemente asolada por graves incendios, también tiene en su agenda medioambiental la repoblación urgente con árboles de su vasto territorio: actualmente están inmersos en un programa de plantación de 20 millones de árboles.

Plantar, pero sobre todo: cuidar

Desde el inicio, Apadrinaunolivo.org se creó para cuidar aquellos árboles que ya estaban, los que plantaron hace muchos años quienes habitaron esta zona de la provincia de Teruel. Nuestro proyecto está orientado a hacernos cargo de estos olivos centenarios, que se habían quedado sin nadie que los cuidara.

Un olivo desatendido enferma con más facilidad. Si sus ramas no se podan con cierta frecuencia, está más expuesto a las inclemencias del tiempo. En las grandes nevadas, la nieve se acumula en sus ramas y puede romperlas. En momentos de fuerte sequía, si no está podado, no será capaz de mantener hidratadas todas sus ramas y se secará.

Uno de los efectos del cambio climático es la mayor frecuencia de fenómenos atmosféricos extremos, tanto sequías como lluvias torrenciales. Cada vez los olivos no cultivados lo tendrán más difícil para sobrevivir a estos episodios en los que la naturaleza se vuelve violenta.

Con tu apoyo, con el apadrinamiento de un olivo, consigues que se mantenga el legado de quien plantó hace más de cien años ese ejemplar y de que sobreviva muchos más años. Este puede ser tu granito de arena.

 

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